lunes, 30 de enero de 2017

Kraken (8)


Por fin me sacaron de aquella inmunda bodega. El intendente ordenó volver a sus tareas a los dos hombres que le acompañaban. Luego me condujo por los pasillos y escotillas hasta el comedor. La luz del día que entraba a través de las troneras me cegó momentáneamente. Nos cruzamos con un par de hombres que salían, pero no pude fijarme en sus caras debido a la claridad. Cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, reparé en la barra que separaba el comedor de la cocina, y al otro lado se extendían las mesas y bancos donde una treintena de piratas charlaban y bromeaban mientras comían. Cruzamos el comedor a través del pasillo de mesas. Se hizo un incómodo silencio. La mayoría de los hombres me miraba con seria desconfianza, unos cuantos me dedicaron confiadas sonrisas, y el resto permaneció con rostro aséptico.
Accedimos a través de una cortina al comedor de oficiales. Cuatro hombres se sentaban a una mesa estrecha y alargada, llena de jarras y cuencos de comida vacíos. Todos salvo uno, lleno de sopa, que humeaba delante del capitán.
El capitán me invitó con un gesto a sentarme justo enfrente de él, donde había una cuchara de madera y una jarra llena de agua. Cuando tomé asiento, me habló.


-Bien, muchacho. Antes de darte esto -sujetó el cuenco de sopa-, te haré una pregunta: ¿sabes por qué has estado cuatro días encerrado en la bodega sin comida ni agua?
-No -respondí.
-No, “señor” -me corrigió Desmond Black. Y me mostró con una sonrisa burlona sus dientes de plata.
-No, señor -accedí.
-A parte de para evitarte la tentación de saltar por la borda y regresar a nado a Puerto Dorado -continuó el capitán ignorando la interrupción-, queremos que entiendas que ahora vas a ser uno de los nuestros. Nosotros te necesitamos… -alargó el cuenco hacia mí. Yo extendí mis manos para cogerlo, pero el capitán lo retiró bruscamente, derramando parte del contenido-. Y tú nos necesitas a nosotros. ¿Lo has entendido, muchacho?
-Sí, señor -dije rendido.
-Muy bien -empujó el cuenco hasta mí y lo soltó.


Bebí a grandes sorbos directamente del cuenco. El capitán habló a uno de los hombres que estaban sentados a la mesa.


-Señor Grump, ¿seríais tan amable de traerle al chico un pedazo de pan?
-¿Desde cuándo los oficiales sirven a los grumetes? -se quejó el aludido con los brazos cruzados.
-No es necesario, capitán -dije, y saqué de un bolsillo el pedazo de pan que el intendente me había dado dos días atrás y lo introduje en la sopa para que se ablandara.


Vi que el capitán miraba de reojo al intendente. Éste intentó permanecer serio, pero creí que me observaba con cierta admiración. Desmond, en cambio, nos miraba a todos con desprecio.


-Creo que ya podemos empezar con las presentaciones -continuó el capitán-. ¿Cuál es vuestro nombre?
-Nicholas Drake, señor -respondí.


El capitán siguió hablando y comenzó a señalar uno a uno al resto de los presentes:


-Bien, señor Drake. Empezando por vuestra izquierda: Bran Carson, Maestro Cañonero; Intendente Sean Laoch; Capitán Corb -en este punto se señaló a sí mismo-; Desmond Black, Oficial de Derrota; y por último, Tobías Grump, Artillero. Cuando acabéis de comer, el intendente os acompañará para presentaros al resto de los miembros más relevantes de la tripulación. ¡Ah! Y lo más importante, haceos con una copia del Código. ¿Os sabéis el Padrenuestro?
-No os hacéis una idea, capitán -respondí.
-Pues eso, señor Drake, igual que el Padrenuestro.




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