domingo, 15 de enero de 2017

Kraken (3)

El trayecto en bote hasta el barco se me hizo una eternidad. Mi ciudad natal, de la que nunca en mi vida me había ausentado, empequeñecía con cada remada. El intendente estaba sentado a mi lado. Se desató un pañuelo que tenía atado al brazo derecho, desvelando el tatuaje de un trisquel compuesto por las espirales de tres garfios que formaban un triángulo con sus empuñaduras. Extendió el pañuelo hacia mí, acompañando el gesto con un susurro.

-Toma. Será mejor que te limpies la sangre de Otto de las manos. No conviene que los demás la vean.

Acepté el pañuelo y froté la sangre seca. Tuve que usar saliva para poder borrarla.
Finalmente llegamos a la embarcación, un balandro de cedro rojo con dos mástiles. Navegaba al pairo, esperando el regreso de los saqueadores. El capitán ordenó echar el ancla para que la nave fondease mientras izaban los botes. Empezamos a ascender por dos escalerillas de cuerda y madera. La mayoría de los piratas subían trabajosamente, cargando sacos llenos de tesoros. Cuando accedí a cubierta pude ver varios piratas apuntando en cuadernos el contenido de los sacos.

-Una gallina -decía uno de ellos-, lamentablemente muerta… Vaya, dos mosquetes imperiales.
-Había dos soldados en el mercado -aclaró el propietario del saco-. No tuvieron la menor oportunidad.
-Parece que ha sido un buen botín -dijo un tercero-. No entiendo por qué el intendente votó en contra del asalto…
-Encerrad al muchacho en la bodega -sentenció el capitán.

No opuse resistencia. En aquel momento sólo quería perder de vista a aquel montón de bárbaros. Sin embargo, eché una última ojeada a mi espalda y pude ver a un hercúleo pirata con una rodilla hincada ante el cuerpo de Otto, que yacía sin vida sobre la cubierta.




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