martes, 10 de enero de 2017

Kraken (2)

Tomé la precaución de llegar hasta mi casa a través del callejón. Hice bien, pues antes de llegar a la calle principal, ya pude ver algunos piratas corriendo hacia la calle de los artesanos. El ataque al fuerte era sin duda una táctica para que el menor número de soldados posible acudiera a impedir el saqueo. Al fin me asomé con cautela fuera del callejón. En medio de la calle había un grupo de piratas reunidos, como si se estuvieran organizando. Cada pocos segundos, varios de ellos salían corriendo y entraban en alguna de las casas aledañas. Me pregunté si habrían entrado en mi casa, y como respuesta, pude escuchar el grito de terror de mi madre a través de una ventana en el piso de arriba. Desenvaine mi puñal, me lo puse entre los dientes y comencé a trepar por la pared.   

Cuando llegué a la ventana, contemplé horrorizado la escena que tenía lugar en la habitación de mi madre. Un robusto pirata la sujetaba por el cuello, apretándola contra la cama, mientras con la otra mano se bajaba los pantalones.

Afortunadamente no me vio cuando accedí a través de la ventana. Tampoco cuando me acerqué por su espalda. Solo se percató de mi presencia cuando salté sobre él, le agarré por el cabello y tiré de su cabeza hacia atrás. Él me confundió con uno de sus compañeros.

-¡Yo la vi antes, hijo de...!

El final de la frase salió en forma de manantial de sangre a través de su garganta abierta, bañando el camisón de mi madre.

-¿Qué has hecho, hijo mío? -dijo al tiempo que se santiguaba.

Unos pasos apresurados llegaron desde la escalera, pero mi madre tuvo la entereza de librarse del peso muerto que la aplastaba y arrebatarme el cuchillo antes de que tres piratas entrasen en la habitación. “¡Otto está muerto!” gritó el primero, que comenzó a forcejear con mi madre para que soltara el puñal. Por su parte, los otros dos me redujeron sin mucho esfuerzo. Más pasos por las escaleras. Entró un hombre ataviado con sombrero de capitán y vestido todo de negro; un marinero alto y rollizo armado con un enorme mazo de madera; otro delgado que enseguida esbozó una sonrisa maliciosa al contemplar la escena; por último, vi fugazmente a otro pirata con un parche en el ojo derecho, pero apenas puso un pie en la habitación, su cara reflejó una repentina sorpresa, casi temor me atrevería a decir. Y abandonó el lugar.

-¡Por los cinco infiernos! ¿Qué significa esto? -rugió el capitán.
-¡Esa zorra se ha cargado a Otto! -gritó el marinero sonriente, y apuntó a mi madre con una pistola.
Capitaine! -exclamó el pirata rollizo-. ¿Ahora matamos mujeres y niños?
-Guardad el arma, señor Black -ordenó el capitán al momento

Lejos de obedecer, el pirata pasó a encañonarme a mí y avanzó unos pasos hasta que pude distinguir dos dientes de plata en su sonrisa.

-Han matado a Otto. Merecen un castigo. Además éste ya es un hombrecito.
-El capitaine dejó claro que quería un asalto rápido y sin distracciones -empezó el rollizo antes de sacar una pistola y apuntar al sonriente-. ¿Crees que ellos le bajaron los pantalones a Otto? ¡Murió por desobedecer las órdenes del capitán! ¿Quieres compartir su destino?
-¡Basta! -bramó el capitán- ¡Bajad las armas los dos! Louis, dame el mazo y carga  a Otto hasta los botes. Vosotros dos, llevaos al muchacho. Ocupará el lugar del muerto en la tripulación.
-¿Este saco de huesos? -preguntó el de los dientes de plata señalándome con la culata de la pistola-. No ocuparía ni uno de sus meñiques.
-¡Silencio! No quiero saber nada más de este asunto. Larguémonos de aquí -ordenó el capitán-. Estoy muy cansado...

Mi madre, aún inmovilizada, no paraba de intentar patear y arañar al pirata que la sostenía. El resto empezó a abandonar la habitación. Los dos piratas me llevaban en volandas mientras yo gritaba “¡Madre! ¡Soltadme malditos! ¡Lo siento, madre!”. Ella me contestó “¡Nicholas! ¡Confía en el Señor! Él te ayudará”.

Me arrastraron fuera de la casa. Junto a la puerta estaba el pirata del parche en el ojo. Parecía estar vomitando. El capitán le puso una mano en el hombro y soltó una carcajada.

-Vamos, señor Laoch, un poco de compostura. Cualquiera diría que es la primera vez que veis un muerto. Así no hacéis justicia alguna a vuestro apellido.

El pirata sonriente abandonó el edificio con el saco del botín en la mano. El del parche se lo arrebató y lo tiró al interior.

-Ya nos hemos llevado bastante de esta casa -dijo.
-¿Capitán? -preguntó el otro a modo de queja,  mirando desafiante al del parche.
-Muy, muy cansado… -se limitó a decir el capitán. Dio la vuelta y nos siguió.
-¡Vuelve a los botes Desmond! -ordenó el del parche.
-Sí, señor intendente.

Continué mirando hacia la casa esperando poder ver a mi madre una última vez. Entretanto, el grupo de piratas continuó dialogando.

-Capitán, ¿creéis que es buena idea lo del muchacho? -preguntó el intendente.
-En cuanto Bruto se entere de cómo ha muerto su hermano -dijo Desmond Black-, le arrancará la piel y se hará unos guantes.
          -El chico será uno de los nuestros -concluyó el capitán-. Bruto tendrá que respetar el código. El que ataque en el barco a otro miembro de la tripulación pasará por la quilla.






No hay comentarios:

Publicar un comentario