lunes, 23 de enero de 2017

Kraken (7)


Volvía a estar en Puerto Dorado, sentado en la mesa de la cocina, leyendo un libro antiguo que trataba sobre los cinco infiernos. Mi lectura todavía no era demasiado fluida. Recitaba un párrafo en voz alta mientras mi madre amasaba el pan.

-”El primer infierno es la celda invisible, a medio camino entre la Tierra y la Casa Celestial; donde el Espíritu está condenado a sufrir siempre la sensación de caer al vacío. El segundo infierno es la sepultura pétrea. Aquí el Espíritu sólo podrá alimentarse de rocas y respirar polvo. El tercer infierno es la prisión submarina. Allí el Espíritu ha de padecer un ahogamiento perpetuo. El cuarto es el infierno de fuego. El espíritu arderá por largo tiempo en el centro de la Tierra. El último infierno es el infierno solar, en las mazmorras del Reino del Dios Padre…”
-Ya es suficiente -me interrumpió mi madre. Apartó el libro de mala gana y me ofreció otro-. Ten, te he traído un libro mejor.
-Sagrada “Blibia” -leí en la portada.
-¡Es Biblia, zoquete!
-¿Aquí también hablan de los cinco infiernos?
-¡No digas tonterías! Solo hay un infierno.
-¿Cuál? ¿El de fuego?
-Sí, el de fuego -concedió-. Bendita paciencia… Anda, ponte esto y sal fuera a jugar.
-¿Qué es? -pregunté sosteniendo entre mis manos un collar con el colgante de una cruz.
-Es para que no parezcas un pagano. Cuando los niños paganos mueren, el Arcángel Uriel se lleva sus almas al Limbo.
-¿Qué es el Limbo?
-Es el infierno al que van las almas de los niños paganos.
-¿Pero no has dicho que solo hay un infierno? -me quejé.
-¡Basta de preguntas!
-¡Ay! -por alguna razón que no comprendía, me había ganado otro coscorrón.


Desperté en mi celda del barco pirata. Me quité el collar y lo observé un instante. “Ya no soy un niño”, me dije a mi mismo. Até el crucifijo a un barrote, donde quedó balanceándose, y volví a echarme a dormir.






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